El corazón de todas las abuelas

Caminé por las calles de San Antonio.

Mi madre, en su arraigado catolicismo, había hecho toda una labor para expropiar los nombres de todos los santos de todos los pueblos donde dio clases. Me acuerdo.

- Tenían otros nombres antes, aún los tienen y hay que nombrarlos. Me dijo

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Me siento muy cactus, le cuento a estas tierras.

- ¿Dónde estás J? ¿Cómo te encuentro?

En medio de este desierto aparece en mi mente una forma y apareces tú con ella. Late y sobresale entre la polvareda de esta selva baja caducifolia, se deja ver como el agua interior que fluye debajo de estas polvaredas, como sangre en los estómagos. 

La premonición de buscarte dentro de este pequeño desierto me tranquiliza.

Me digo:

 "Seamos la voz que habla en todas 
y seamos este corazón, esta alegría.
Una lengua se incrusta dentro de mi lengua,
me persigue,
otra me calma,
otra habla como sola sabe:
                  con vehemencia.
Otra me ayuda con sus manos a desenterrarte y te encuentro."

- Me siento cactus porque me siento planta, a propósito tuyo.

Siento en mi algo que he sido siempre, como una certeza y una duda.


(Vestigio El Corazón de todas las abuelas)


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